Mahmoud Ahmadinejad, anunció el domingo que por primera vez desde la revolución de 1979, se van a nombrar mujeres para ocupar puestos del gabinete iraní, un suceso que los medios de comunicación describen puntualmente como "una tentativa de edulcorar su imagen de radical" y de "apaciguar a la oposición... mientras se granjea el favor de las mujeres. " Hay personas que se lo creen todo, así que seguramente habrá gente que se crea al pie de la letra las declaraciones de Ahmadinejad de que a partir de ahora las cosas van a ser diferentes en Irán. "Hemos entrado en una nueva era", anunciaba en la televisión estatal. "Las condiciones cambiaron por completo y se producirán cambios importantes en el gobierno."
Sería bonito pensar que va a ser así. Pero el cambio significativo en el gobierno teocrático de Irán no va a salir de Ahmadinejad ni de los mulás asesinos ante los que responde. Sus primeras elecciones femeninas para ocupar puestos en la administración - Fatameh Ajorlou en el Ministerio de Bienestar Social y Marzieh Vahid Dastjerdi en el Ministerio de Salud - son igual de fanáticas que los varones que ya están en el poder en Teherán. Según Massoumeh Torfeh, especialista en Irán de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos dependiente de la Universidad de Londres, ambas candidatas son partidarias "realizar cambios draconianos en las leyes de familia" que reducirán aún más los derechos de las mujeres en los casos de divorcio y en los pleitos por la custodia de los hijos. Ajorlou, además, es "una conocida defensora de imponer penas a las mujeres que no cumplan el código de vestimenta" y "fue muy influyente en la creación de la milicia de las Hermanas Basij, que han participado en los brutales ataques a, y las detenciones realizadas entre, las activistas de los derechos de la mujer".
Si esta es la estrategia del régimen para "granjearse el favor de las mujeres", ¿cómo será la estrategia para alienarlas?
El poder islamista en Irán, como el poder islamista en cualquier otro sitio, ha sido una catástrofe para las mujeres: ésa es la cruda realidad que no hay campaña de relaciones públicas capaz de disimular. Han pasado menos de 2 meses desde Neda Agha Soltan, de 26 años de edad, fuera abatida por los disparos de un pistolero Basij presuntamente, durante las manifestaciones post-elecciones de junio - protestas que sacaron a las calles de Teherán entre otras ciudades iraníes a decenas de miles de mujeres contrarias a la presidencia de Ahmadinejad. Neda - cuyo asesinato gráfico, grabado en video, fue visto por millones en todo el mundo - es un símbolo mucho más potente de lo que significa un gobierno islámico para las mujeres que el hecho de que se elijan a fanáticas equipadas con el chador para ocupar puestos en el gabinete iraní.
La misoginia del Islam radical no es una distorsión periférica, sino un elemento clave de la sociedad que quieren crear los islamistas. El periodista iraní Amir Taheri recuerda que uno de los últimos sermones del Ayatolá Ruholah Jomeini se refería a las "tres amenazas" que confronta el Islam: América, los judíos y las mujeres. Las mujeres organizaron la primera manifestación masiva contra el nuevo régimen de Jomeini en 1979, escribe Taheri. En los años que siguieron, "las autoridades encarcelaron a cientos de miles de mujeres... y ejecutaron a varios miles".
A estas alturas, transcurridos 30 años de teocracia jomeinista, una copiosa bibliografía documenta la represión de la mujer a manos de los mulás. Parte de ella es incuestionable y patente, como el informe de Naciones Unidas de 2006 que sostiene que "la violencia contra las mujeres en la República Islámica de Irán está establecida", y que muchas mujeres iraníes "se sienten obligadas a tolerar la violencia ejercida no sólo por sus maridos, sino también por los miembros de la familia, por temor a la vergüenza, a ser condenadas al ostracismo o al divorcio, y por falta de alternativas a un entorno abusivo". Otros relatos, considerablemente menos diplomáticos, incluyen las sobrecogedora obra de Freidoune Sahebjam "La lapidación de Soraya M."; "Mi vida como una traidora", de Zarah Ghahramani, o la aclamada "Las prisioneras de Teherán," de Marina Nemat.
Es difícil exagerar la crueldad y la depravación de las que las mujeres y las niñas pueden ser objeto en el paraíso islámico de Ahmadinejad. En una entrevista aparecida en el Jerusalem Post el mes pasado, un miliciano Basij explicaba cómo tratan los devotos matones del régimen a las jóvenes condenadas a muerte:
"En la República Islámica es ilegal ejecutar a una mujer joven, independientemente de su delito, si ella es virgen," explica. "Por lo tanto se celebra una 'ceremonia nupcial' la noche antes de la ejecución: la joven es obligada a mantener relaciones sexuales con un guardia de la prisión - en esencia, es violada por su 'marido.'"
Cuando era más joven, el miliciano había tomado parte en estas "bodas" -- la recompensa de sus superiores por prestar servicios ejemplares -- pero ahora, decía, se lamentaba. "Me di cuenta de que las niñas tenían más miedo a la noche 'de bodas' que a la ejecución que las aguardaba al amanecer. Y siempre se resistían, así que solíamos deslizarles somníferos en la comida. Por la mañana las chicas tenían una expresión vacía, parecían estar dispuestas o deseando morir."
Se van a necesitar más que unos cuantos puestos en la administración para poner fin a la crueldad aberrante de los islamistas con las mujeres y las niñas de Irán.
"Hemos entrado en una nueva era", anuncia Ahmadinejad. Si tú lo dices...
(Jeff Jacoby es columnista de The Boston Globe)